[K]

para saxofón tenor (2021)

Las palabras que utilizamos para describir los sonidos que escuchamos son engañosas e insuficientes, al igual que los términos que utilizamos para describir los colores que constituyen nuestra percepción visual. Las palabras limitan lo que escuchamos/vemos. Las palabras condicionan la forma en que percibimos lo que realmente podemos oír/ver.

Cuando el aspecto “tímbrico” del sonido no se aborda apresuradamente a través del sesgo de nuestro lenguaje verbal, sino a través del conocimiento concreto de los procesos físicos que determinan nuestra visión y nuestro concepto de “color”, se hace posible concebir una nueva dimensión musical que vive en una escala microscópica de gradaciones minúsculas.

Lo que conocemos como “color del sonido” es, en última instancia, una disposición de gradaciones de energía acústica. Siendo una disposición, encarna relaciones espaciales, y, por lo tanto, encierra posibilidades musicales.

En la pieza [K] para saxofón tenor, me acerqué a esta dimensión musical centrándome en las llamadas “digitaciones alternas”, vistas como un medio para liberar el enorme potencial sonoro de este instrumento. El título de la pieza es de hecho un pictograma que representa una mano humana, similarmente a los antiguos glifos de los que deriva la letra K.

La preciosa colaboración con el saxofonista Jonathan Chazan permitió realizar un minucioso trabajo de estudio y clasificación de diferentes digitaciones (tanto mediante análisis espectral, como mediante el estudio de la mecánica del saxofón); a través de este proceso, fue posible idear un sistema de notación basado en el uso del color como medio para representar gráficamente las características energéticas de los sonidos, en un esfuerzo quimérico por lograr claridad en un ámbito donde el pensamiento lógico muestra sus límites.